El sábado 20 de junio, hicimos nuevamente esta agradable ruta, tal vez la zona más húmera de la Sierra de Madrid. Madrugamos; habíamos quedado en el área recreativa La Isla a las 9, y poco más tarde ya estábamos andando. Esta vez quisieron acompañarnos Pedro y Ana Elisa, gente joven con mucha marcha, a los que les damos las gracias e invitamos para otras salidas. También estaba Martin con los chuchos: Tim y Brus, y Luis Javier, el instigador.
Cruzando el puente de madera y bajando un poco, hay que agacharse para no dejarse las gorras en los matorrales, y rápidamente encuentras las balizas que te van guiando la senda todo el recorrido, y ya todo es un espectáculo de naturaleza vibrante, los piornos aún amarillos, los robles melojos, pino silvestre, acebos, algunas hayas,vegetación de ribera, y tejos que esta vez no hemos visto. Queda pendiente para otra. Llegamos a la Poza de Sócrates, que tiene el reclamo del ruido de la cascada, ligeramente separada del camino, y de la que muchos no disfrutan con las prisas. Allí tomamos algunas viandas para recargar pilas y poder llegar a comer tarde a casa. La anécdota curiosa la protagonizaron los provocadores chuchos de Martin. Dos ternerillos descansaban a la sombra del camino, fuera del camino y a la sombra sus madres holgaban tranquilas. Los perros se acercaron ladrando a los terneros y éstos sobresaltados se pusieron de pie. Sus madres furibundas se lanzaron como fieras ocupando todo el camino, los chuchos se dispersaron con ladridos de pánico, temiendo por sus vidas, Martin y yo nos pusimos a salvo entre los árboles próximos, y nuestros jóvenes amigos se lanzaron a la carrera como relámpagos, temiendo que unos cuernos les llevaran por delante. En la estampida, Pedro, que salía de un esguince futbolero, se resintió. Tuvimos que recomponerle el pie con los esprais e ibuprofenos pertinentes.
Nos refrescamos en la Poza de Sócrates, y desde allí iniciamos el retorno para casa, previa parada técnica en la terraza del bar restaurante, al lado del río Angostura.
Cruzando el puente de madera y bajando un poco, hay que agacharse para no dejarse las gorras en los matorrales, y rápidamente encuentras las balizas que te van guiando la senda todo el recorrido, y ya todo es un espectáculo de naturaleza vibrante, los piornos aún amarillos, los robles melojos, pino silvestre, acebos, algunas hayas,vegetación de ribera, y tejos que esta vez no hemos visto. Queda pendiente para otra. Llegamos a la Poza de Sócrates, que tiene el reclamo del ruido de la cascada, ligeramente separada del camino, y de la que muchos no disfrutan con las prisas. Allí tomamos algunas viandas para recargar pilas y poder llegar a comer tarde a casa. La anécdota curiosa la protagonizaron los provocadores chuchos de Martin. Dos ternerillos descansaban a la sombra del camino, fuera del camino y a la sombra sus madres holgaban tranquilas. Los perros se acercaron ladrando a los terneros y éstos sobresaltados se pusieron de pie. Sus madres furibundas se lanzaron como fieras ocupando todo el camino, los chuchos se dispersaron con ladridos de pánico, temiendo por sus vidas, Martin y yo nos pusimos a salvo entre los árboles próximos, y nuestros jóvenes amigos se lanzaron a la carrera como relámpagos, temiendo que unos cuernos les llevaran por delante. En la estampida, Pedro, que salía de un esguince futbolero, se resintió. Tuvimos que recomponerle el pie con los esprais e ibuprofenos pertinentes.
Nos refrescamos en la Poza de Sócrates, y desde allí iniciamos el retorno para casa, previa parada técnica en la terraza del bar restaurante, al lado del río Angostura.
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| RV1 por el Valle de La Angostura |
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