El sábado 27 de marzo y con unas previsiones de buen tiempo, Caye y Luis Javier se decidieron a subir al Circo de Gredos; fue la insistencia y tenacidad de Caye la que tomó la iniciativa, "si no viene nadie, me voy yo sólo con mi perrita". Ante tanta seguridad, Luis Javier dijo, "venga, nos vamos".
Fue un día inmejorable de cielo limpio y despejado. Ya desde la carretera de Extremadura se veía el refulgir de la nieve y nos auguraba un gozoso día. Desde la plataforma todo estaba lleno de nieve limpísima, y el camino había desaparecido, y sin ninguna marca visible, cada uno iba dejando sus propias huellas. Todas las montañas cubiertas, tapada la retama, se disfrutaba de la inmensidad de la naturaleza pura y virgen, un placer para los sentidos y un reto para nuestras piernas. Antes de llegar a la laguna charlamos con un montañero cincuentón como nosotros, con barriguita, pero que había empezado a subir a las 6 de la mañana y había sido el cuarto en llegar al Almanzor. Para subir arriba, a la montaña hay que atacarla con los primeros rayos del alba; así son los montañeros, gente con mucho coraje. Hay que decir que nos dio una cierta envidia.
Comimos al lado del refugio y se veía a montañeros que subían y bajaban por montones de direcciones; además nos parecía que era fácil. La vuelta, hora y media de subida se hacía larga y empinada, y ahí la constancia de seguir, del esfuerzo y del disfrute de tanta naturaleza sublime que se ofrecía gratis a nuestros sentidos.
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